El tiempo pasa muy lento, tienes una cita importante dentro de dos horas pero el reloj no avanza. Te comes las uñas, das vueltas a la casa como león enjaulado. Está a punto de desatarse la tormenta y Hitchcock te mira con cara impasible, como diciéndote que hoy no vas a conseguir nada importante. Te crispa todavía más los nervios que ni él te comprenda. Te tomas una tila, te das un baño con sales relajantes y cuando vuelves sigue siendo la misma hora.
No puedes estar quieto, te mueves, te mueves, te mueves. Tienes la adrenalina por las nubes. el ácido láctico te sube y estás a punto de estallar. Te encuentras en un estado de tal excitación que supera con creces cualquier otra experiencia.
Y entonces te das cuenta. Sir Alfred te guiña el ojo y comprendes que prefieres este estado de alerta e incertidumbre a la segura decepción del acontecimiento. Llamas para cancelarlo y lo pospones para mañana. Tienes otras veinticuatro horas de "suspense" por delante.
Bueno, esta pequeña tontería pensada en un minuto me sirve de pequeño homenaje al maestro y de paso como ejemplo del mismo suspense (o suspenso, como se decía antes aunque queda un poco mal por lo de las notas del colegio). Espero que este reloj que me regalaron por navidad no me crispe mucho los nervios. Todavía no lo he colgado por si acaso.
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4 comentarios:
Jeje... qué bueno. El placer culpable de la incertidumbre y el suspense. Me ha encantado (casi más que el reloj y todo, fíjate).
muy bien escrito, sí señor...lo del ácido láctico no lo he pillao mucho...en fin un beso
Has descrito un minuto muy Hitch.
no lo has colgado por si acaso o hay alguna otra razon???
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